Muerte de Yocasta
Al ver la mujer los restos de sus hijos
desangrándose en la tierra, pensó en tomar una de sus espadas y hundírsela en el vientre -como áspid de metal emponzoñado por la estricta agudeza de su punta-; pero no se sintió capaz de suicidarse por obra y desgracia del instrumento con que uno de sus hijos matara a su homicida consumando un empate que condujo a los dos al reino de las sombras. Yocasta corrió al palacio. Ante la masacre familiar, y el resurgir de su vieja culpa -el cáncer en estampida abriéndose paso por todos sus órganos- bebió agua de un recipiente -medio litro adelantado del Leteo-, introdujo en su boca un manojo de semillas, de las que producen primero somnolencia y después el difícil camino hacia la muerte, empedrado de estertores… y bebió sorbo a sorbo la oceánica negrura de sus dormires apiñados. Pero la vida, agónica, transformada en guerrera, le reparó las averías del pulso, y, sacudiéndole los hombros a su instinto, la volvió a la realidad. Enloquecida, dio vueltas por la casa hasta encontrar el árbol. En el jardín contiguo a la cámara nupcial, había , sí, un árbol, que el hijo-esposo, apasionado de la naturaleza desde que el Citerón lo acogiera con dedos maternales, había mandado plantar a su jardinero, feliz de que podía tener con él, tan pródigo de emplumados agudos y chasquidos de viento, muchos y diversos temas de conversación. La madre fue tras una cuerda que se retorcía como áspid venenoso en su escondite, la colgó de la rama gruesa del árbol y, descubriéndose, se la puso como collar de su postrer aliento. Se subió al mínimo cadalso de un taburete y, sin demasiada elegancia, con un eficaz puntapié lo arrojó lejos de sí. La ley de gravedad fue la cómplice entrometida, despiadada, de su muerte, la cual se debió al peso del cuerpo y una cuerda que se rehusa a deshilacharse, como las manos que, estando en la faena de la estrangulación, no se detienen ante la duda. |
"un empate que condujo a los dos al reino de las sombras"
La barca de Caronte, José Benlliure "Enloquecida, dio vueltas por la casa"
"la colgó de la rama gruesa del árbol y, descubriéndose, se la puso como collar de su postrer aliento"
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